Francesca Rattray y Corin Reyes, de la Asociación Cristiana Mundial de Mujeres Jóvenes (más conocida como YWCA por sus siglas en inglés) de San Antonio, tienen una pasión en común: servir a la gente. Rattray se desempeña como CEO de la institución, mientras que Reyes es la directora de igualdad sanitaria. En 2020, ambas enfrentaron un desafío inédito: la pandemia del COVID-19 y su impacto en las comunidades latinas.
La YWCA es una organización de mujeres que tiene como misión “eliminar el racismo y empoderar a las mujeres”, según se lee en su página web oficial. En San Antonio funcionan en el Centro Comunitario OIga Madrid, localizado en el occidente de la ciudad donde 33% de los habitantes viven en nivel de pobreza, muy por encima del promedio de la ciudad, y 9 de cada 10 personas son latinos. Desde allí organizan actividades para atender y educar a niños y adolescentes, apoyar el bienestar de las comunidades, promover la justicia racial e igualdad de género y fomentar el empoderamiento económico.
La llegada de la pandemia dejó en evidencia las brechas y deficiencias del sistema de salud estadounidense en la comunidad hispana. Para Francesca Rattray los primeros días conviviendo con el virus fueron difíciles y complejos. “En los primeros días de la pandemia, las pruebas no estaban ampliamente disponibles. Había largas filas cuando llegaba y aunque había información acerca de cómo hacer el test, los resultados no se entendían del todo. A grandes rasgos, había confusión, caos y falta de acceso”, describió Rattray.
Para septiembre de 2021, San Antonio había superado las 4,000 muertes desde el inicio de la pandemia. Pero el COVID-19 afectó de manera expandida a la población latina en San Antonio. Los funcionarios del Distrito de Salud Metropolitano sabían que las fatalidades por coronavirus hasta el momento habían sido “desproporcionadamente hispanos y latinos”, muchos de ellos no habían sido vacunados.
Una encuesta realizada por el Departamento de Salud en agosto 2021 -8 meses después que las vacunas estaban disponibles- indicó que, de los 1,2 millones de latinos en la ciudad, 60% de ellos no estaban vacunados. Los proveedores de salud afirmaban que este hecho se debía a la desinformación sobre el COVID-19 y las vacunas, así como a la difusión de rumores de sus efectos negativos que hicieron a los latinos reacios a vacunarse.
La situación era insostenible y había que tomar medidas urgentes. Corin Reyes explicó que en los barrios más pobres de San Antonio las vacunas no estaban fácilmente disponibles para las personas. Por el contrario, los eventos de vacunación se estaban realizando en sectores centrales de la ciudad a los cuales no podían acceder los habitantes de las zonas más alejadas y de menos recursos.
Misión: acercar las vacunas
“Una de las principales cosas que teníamos que hacer era llevar la vacuna a los barrios para que la gente pudiera acceder a ella”, esa fue la tarea que se trazaron Reyes y el equipo de la YWCA para eliminar la falta de acceso a los eventos de vacunación de los latinos en las zonas más pobres de San Antonio.
Ellos vieron una oportunidad para lograrlo, trabajando junto a una institución aliada y bien conocida: la Alianza Nacional para la Salud Hispana (La Alianza), que desarrolló “Vacunas para Todos” para proveer información sobre las vacunas y financiar a trabajadores comunitarios de la salud a través de los Estados Unidos.
Francesca Rattray relató que la relación entre la YWCA de San Antonio y la Alianza comenzó con una pequeña asociación años atrás para realizar un estudio longitudinal sobre la salud de los hispanos. Este vínculo creció y con el tiempo se fueron desarrollando relaciones de confianza entre las comunidades latinas y dichas instituciones, lo que facilitó la implementación de “Vacunas para Todos”.
Vacunas para Todos se apoyó en trabajadores comunitarios de la salud cuyo trabajo en las comunidades latinas en las que viven les constituían como fuentes confiables de información. Esta confianza construida a través del tiempo hacía más fácil llegar a las personas más reacias a vacunarse. Adicionalmente, facilitaba la distribución de las dosis hacia los barrios con más problemas de acceso, al ser los propios trabajadores comunitarios de la salud quienes inmunizaban a las personas.
Una de esas promotoras era María Quintero, quien trabaja junto a Reyes y Rattray en la YWCA. En los inicios de la vacunación, tuvo que encarar miembros de las comunidades latinas quienes estaban saturados de dudas sobre las vacunas y solamente tenía experiencia de la falta de atención adecuada por parte del sistema sanitario.
“Al principio fue muy duro, pero a medida que hablamos con ellos y dimos toda la información sobre las vacunas, todo empezó a mejorar”, expresó Quintero, añadiendo que luego de las visitas que realizó encontró una respuesta positiva por parte de las comunidades que se tradujo en su disposición a vacunarse.
“Las personas no estaban seguras, no sabían qué efectos iban a tener las vacunas. Así que tratamos de explicarles en español y decirles que no tuvieran miedo. Las comunidades que visitamos respondieron muy bien después de explicarles los efectos secundarios”, agregó.
Reyes enfatizó que tuvieron que perseverar para lograr su objetivo ya que la
“recepción no era tan cálida. Por el contrario, las personas preguntaban ‘¿por qué estás aquí? Y agregaban “No queremos vacunarnos”. Reyes dijo ellos escucharon y aprendieron y formaron una estrategia para tener muchas conversaciones breves con las personas y hacerlos sentir cómodos con nosotros y la información.
La desinformación y las barreras de idioma eran dos de los principales obstáculos en el trabajo de vacunación del YWCA. Las razones de las personas para no vacunarse eran muchas - religiosas, creencias acerca de presuntos efectos nocivos de las vacunas para las embarazadas y desconfianza respecto a sus componentes. Ahí fue donde los trabajadores comunitarios de la salud tuvieron el mayor impacto para desarticular la información falsa y generar seguridad en la gente.
No sorprendente, las barreras del lenguaje también tenían que se superadas. Nacionalmente, 20% de los latinos que viven en Estados Unidos no hablan inglés o tienen dificultades con el idioma; situación que era un elemento esencial a considerar en una ciudad como San Antonio, donde 6 de cada 10 habitantes son latinos. Adicionalmente, según datos de la firma Nielsen en 2020, los latinos tenían 57% más de probabilidad que los bancos no hispanos de usar las redes sociales como fuente principal para informarse sobre el COVID-19. Como ya sabemos las redes sociales expusieron a las personas a más desinformación de lo que existe en otras plataformas.
“Llegó la vacuna y nos enfrentamos a la campaña de desinformación en inglés, por no hablar del español. Toda esta experiencia nos mostró que tan importantes son las relaciones de confianza y, a su vez, nos mostró cuánto trabajo queda por hacer en muchas otras áreas”.
Lecciones para el sistema sanitario de EE.UU.
Parte del trabajo pendiente, a juicio de Rattray, tiene que ver con abordar la desigualdad y desatención de parte del sistema sanitario estadounidense hacia los grupos latinos más vulnerables, una situación que los perjudicó significativamente durante la pandemia.
“El COVID-19 puso de manifiesto que ya había lagunas en el sistema. Esto nos obligó, como ciudad e incluso como país, a acelerar el proceso de creación no solo a dos vacunas, sino también a la información y a todos los servicios” comentó Rattray. El trabajo realizado por la YWCA y “Vacunas para Todos” para comunicar y llevar la salud de forma efectiva a las comunidades fue esencial.
Apoyar adecuadamente a los trabajadores de salud comunitarios es una buena práctica que puede adoptar el sistema sanitario para reducir las brechas en la atención a los latinos más pobres. En opinión de Reyes, a la hora de implementar programas de salud “es necesario involucrar a las personas con experiencia vivida desde la fase inicial”. Citó como ejemplo positivo el cambio paulatino en la actitud de las comunidades hispanas a las que se aproximó la YWCA a través de los trabajadores comunitarios de la salud.
“Con el tiempo la gente empezó a conocernos. Gracias a ellos (trabajadores comunitarios de la salud) las personas comenzaron a reconocernos como una fuente de información fiable sobre vacunas. Los trabajadores comunitarios de la salud eran bilingües, entendían la cultura; por lo que las personas empezaron a entender. Lo que sabemos hoy es que esto ha florecido y se ha expandido. Cuando la gente quiere organizar un evento en las comunidades que servimos, ellos saben que pueden contar con nosotros para que se realice”, ella declaró.