La expectativa de ser un modelo a seguir orientó los esfuerzos de Francisco Jiménez y Kyle Melin –miembros de la Escuela de Farmacia de la Universidad de Puerto Rico (UPR) – para enfrentar la pandemia. Ambos tuvieron la oportunidad de trabajar con las farmacias comunitarias: lugares que, además de distribuir medicamentos y prestar servicios de salud pública a la comunidad, administraron vacunas contra el COVID-19.
En Puerto Rico se vivió el Coronavirus de manera distinta a cualquier otro territorio de Estados Unidos. Los expertos de la UPR recuerdan que las medidas gubernamentales que restringían la movilización de las personas fueron más agresivas, hubo cierres totales de las actividades comerciales luego de las cinco de la tarde y el uso de vehículos se restringió en función de determinadas matrículas por día.
Estas acciones se combinaron con lo que Jiménez y Melin calificaron como un “sentido de responsabilidad colectiva” por parte de la comunidad puertorriqueña, el cual se resumió en cumplir con el uso de mascarilla y el distanciamiento social y la conciencia de los jóvenes de acatar las medidas preventivas para proteger a los adultos mayores en el hogar.
Con poco más de 3 millones de habitantes, Puerto Rico había alcanzado más de 107,000 casos de COVID-19 y 1,280 muertes para diciembre de 2020, cuando inició el proceso de vacunación al personal sanitario. Un año más tarde, la isla contaba con 74,7% de la población inmunizada, un porcentaje superior al de cualquier otro estado de la unión americana o territorio estadounidense. La tasa de vacunación de Estados Unidos como país era 60,1%, según cifras de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC).
Los números de Puerto Rico, para diciembre de 2021, lo ubicaban detrás de los dos países de América Latina con mejores porcentajes de habitantes vacunados: Chile, con 85,6%; Cuba, con 84,1%; y Uruguay, con 76,6%. A pesar de la realidad en la que más de la mitad de la población vivía en pobreza, y agregando las dificultades de transporte y el desafío de hacer llegar las vacunas a las comunidades rurales, la isla finalizo 2021 con una tasa de 1,03 muertes por cada 100 mil habitantes; cifra que estuvo por debajo de la de todo Estados Unidos, que fue de 2,37 por cada 100 mil habitantes.
Uno de los factores de éxito en la buena implementación del proceso de vacunación en Puerto Rico fue apoyarse en las farmacias comunitarias para lograr que las inmunizaciones fuesen más accesibles. De acuerdo con Francisco Jiménez, “casi la mitad de las vacunas se administraron en farmacias comunitarias”. Para abril de 2023, en Puerto Rico, cerca de 90.9% de la población que ha recibido por lo menos una dosis de la vacuna y 84.1% han completado la serie primaria.
Ayuda para el desarrollo
Las vacunas no solo ayudan al bienestar de la población, para Kyle Melin, estas también “apoyan a las microeconomías locales, lo que a su vez apoya a la economía en general”. En opinión del también profesor de la UPR, la vacunación en Puerto Rico, a través de las farmacias comunitarias, fue “una oportunidad única para hablar de la importancia de las vacunas y de mantener a la gente sana”.
Bonnie Kruse, directora de desarrollo de One World Community Health Centers, in Omaha, Nebraska, comparte esta posición. One World provee servicios médicos, odontológicos y psicológicos a comunidades desatendidas y de bajos ingresos en el sur de Omaha. Para Kruse, las vacunas “permiten que la gente trabaje con seguridad y con menor riesgo de infectarse o contagiar enfermedades a otras personas con las que trabajan”.
El sector empresarial fue uno de los más afectados por la pandemia en Estados Unidos y el resto del mundo; en consecuencia, las vacunas vinieron a aliviar los problemas que el COVID-19 había generado en los lugares de trabajo. Como parte de su labor, Kruse participó en la organización de jornadas de vacunación en pequeñas y medianas empresas, lo que ayudó a que las personas se sintieran más seguras a la hora de visitar estos locales comerciales.
“Las vacunas son importantes para los dueños de negocios porque cuando tienes a dos o tres empleados ausentes (por el virus), eso afecta negativamente a tu producción y tu productividad. Tienen que responsabilizarse de que sus empleados tengan acceso a lo que necesitan para estar sanos (…) Ha sido increíble cómo las empresas nos permiten entrar, poner mesas, hablar con la gente y hacer lo que tenemos que hacer para ayudar a mantenerlos seguros”, Kruse explicó.
Esta situación tuvo una incidencia particular en las comunidades latinas de EE.UU. La mayoría de los hispanos en el país desempeñan trabajos de primera línea, esto los hizo más vulnerables al virus al no poder laborar de manera remota o virtual. Cuando las vacunas estuvieron disponibles, se presentó un nuevo dilema: faltar al trabajo o acudir a vacunarse.
Respondiendo a este dilema, el compromiso de organizaciones como las farmacias comunitarias o los One World Community Health Centers resultó vital para acercar las vacunas a las personas. En el caso de las comunidades latinas, ambas instituciones trabajaron con el programa “Vacunas para Todos” de la Alianza Nacional para la Salud Hispana (Alliance), con la cual compartían un mismo propósito: reducir disparidades en la atención sanitaria a los latinos y hacerles saber a las personas la importancia de inmunizarse contra el COVID-19.
Kruse estima que casi 69% de los pacientes de los One World Community Health Centers en el sur de Omaha son de ascendencia hispana o latina. Por esta razón, la vinculación con la Alianza y sus promotores de salud fue esencial para poder llevar las vacunas a las poblaciones latinas.
“Nuestros promotores de salud hicieron un gran esfuerzo. Tocábamos las puertas, íbamos a las empresas (…). Algunas personas no tenían elección porque sus empleadores lo exigían, pero hacerles sentir bien con la decisión que habían tomado de vacunarse fue esencial.
Aporte al futuro
El modelo de las farmacias comunitarias administrando vacunas y el trabajo de One World Community Health Centers y los promotores de salud son considerados modelos de valor que pueden incorporarse al sistema de salud. Los buenos resultados se extienden más allá de la salud produciendo un impacto positivo en la economía y la actividad empresarial. Esto es lo que Francisco Jiménez, Kyle Melin y Bonnie Kruse creen.
“La farmacia comunitaria es un recurso excelente para proporcionar información de salud, educar a la gente, hacer recomendaciones y permitir que la población tome una decisión informada objetivamente. Hemos hecho contribuciones significativas a la salud pública y deberían reproducirse en muchas enfermedades y trastornos. Necesitamos continuar avanzando en esta posición y que se nos permita proveer más servicios.
A su vez, Melin expresó que el programa “Vacunas para Todos” ha permitido beneficiar a las poblaciones latinas con la accesibilidad que proporcionan las farmacias comunitarias, por lo que recomendó aprovechar “esa fuerza que ya existe y utilizarla para aumentar el acceso a la atención y a importantes servicios de salud, como las vacunas contra el COVID-19 y otras enfermedades prevenibles mediante vacunación”, en aras de combatir las limitaciones en el acceso al sistema sanitario.
Por su parte, Kruse comentó que haber llevado las vacunas a lugares públicos y empresas a través de los promotores de salud, aclarando la desinformación y superando las barreras, ayudó a las comunidades hispanas a entender lo que puede pasar si ocurre otra pandemia en el futuro y cómo deberían actuar. A su juicio, “esto hizo que la gente no diera por sentada su salud”.